En este pasaje en 1 Corintios 9:1-14 que parece ser fuera de orden a lo que Pablo enseño en el capítulo 8, Pablo articula los derechos que tiene como apóstol de Cristo. Algunos en Corinto habían puesto a Pablo “en tribunal” para ser juzgado y examinado como apóstol y ministro. Estos que animaban comer comida sacrificada a los ídolos lo hacían por razones teológicas y juzgaban a Pablo como mal líder. No era el líder que merecían. No era suficientemente elocuente, ni impresionante. Para ellos, Pablo no era un verdadero apóstol ya que no aceptaba apoyo económico. Al decidir trabajar con sus manos haciendo tiendas de campaña y no recibir sostén económico se estaba rebajando a un nivel muy bajo. Su estatus era menos que el de otros predicadores y maestros elocuentes que cobraban y se quedaban en los mejores lugares (en las casas de los oyentes). Ellos merecían un mejor líder. Un líder que recibiera “ayuda” y les diera beneficios y apoyo (especialmente en el punto de vista que ellos creían). Querían a un líder respetable que pudieran controlar.
Pablo defiende sus derechos como apóstol y ministro de Cristo en la primera parte del capítulo y en la segunda parte se enfoca en las razones por las cuales no demanda sus derechos. Esto nos enseña y nos ofrece un modelo que nos dice que debemos de parar de tener una mentalidad de consumidores y tener una mentalidad de servidores sin esperar nada. Las ideas de “yo merezco respeto, amor, ser reconocido…por lo que soy o hago” es lo que Pablo rehúsa hacer y nosotros debemos también rehusar.
Nos enseña que nuestros derechos no son absolutos y la causa del evangelio transciende TODOS nuestros derechos. Dar todo por el llamado de Cristo es lo que se espera de nosotros.
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